Los fitoplasmas son patógenos de plantas con gran importancia para la fitopatología en la actualidad. El estudio y caracterización de estos microorganismos ha permitido el conocimiento de las enfermedades asociadas a los mismos.
Estos organismos son procariotas fitopatógenos estrictos sin paredes celulares y polimorfos, con un diámetro medio de 200–800 nm. Habitan en las células cribosas del floema de sus plantas hospedantes. Se estima que los fitoplasmas afectan a unas 1 000 especies vegetales hospedantes, la mayoría dicotiledóneas por año.
La infección por fitoplasmas lleva asociados síntomas característicos como la virescencia (el desarrollo de flores verdes y la pérdida de los pigmentos normales de las flores); la filodia (la transformación de los órganos florales en estructuras foliares); la escoba de bruja (proliferación de brotes adventicios o axilares) y otras proliferaciones anormales de brotes y raíces; el amarilleo, enrojecimiento y otros cambios de color de las hojas; el enanismo de hojas y frutos; la necrosis del floema, y el decaimiento general y retraso del crecimiento (Davis y Sinclair, 1998). Algunas especies de plantas son tolerantes o resistentes a las infecciones por fitoplasmas; estas plantas podrán tener infecciones leves o nulas.
Los fitoplasmas están presentes en todo el mundo. La distribución geográfica y los efectos de las enfermedades producidas por los fitoplasmas dependen del rango de hospedantes, así como de la presencia y de los hábitos alimentarios del insecto vector. Algunos fitoplasmas cuentan con un rango amplio de hospedantes vegetales y sus vectores son polífagos, por lo que su distribución es amplia.
Los fitoplasmas pueden transmitirse mediante insectos vectores, cúscutas e injertos, y se pueden dispersar mediante la multiplicación vegetativa de órganos vegetales infectados. Los insectos vectores de los fitoplasmas, responsables de gran parte de su dispersión natural, se reducen a los cicadélidos (chicharritas o saltahojas), fulgoromorfos y psílidos floemófagos (Hemiptera, suborden Auchenorrhyncha), transmisores persistentes del fitoplasma patógeno. Weintraub y Beanland (2006) enumeran más de 90 especies vectoras conocidas, algunas de ellas capaces de servir de vector a más de un fitoplasma. Su capacidad de adaptación y la amplia biodiversidad de hospedantes representan una importante amenaza para el desarrollo de la agricultura.